sábado, 28 de diciembre de 2013

"Koshikei" (1968): La realidad pende de una soga


 
Cuando Oshima comenzó a hacer películas con un mensaje inequívoco, su cine fue perdiendo parte de misterio, aunque aún hubo una etapa intermedia en la que el mensaje “directo” era objeto de tratamientos de una originalidad flipante. Es lo que pasa con “El ahorcamiento”: combatiendo la pena de muerte, no se opta por la vía fácil de humanizar al reo, sino por concentrarse en el carácter ritual y teatral de la ejecución, al servicio de una ficción justiciera, para ir creando una serie de simulaciones que construyen capas cada vez más densas de irrealidad. ¿El sentenciado no muere? Hay que hacerle revivir el crimen para que sienta su culpa, con generosas dosis de racismo anti-coreano, en una representación burlesca. Al final, todos terminan viendo visiones, prisioneros de la falsedad, y el ajusticiamiento se reanuda, pero sin su elemento más importante.

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