domingo, 25 de agosto de 2013

Mi gran amor del mes de febrero


 
Un gordito andaluz decía, saliendo del concierto de Return to Forever, que la música no es un deporte. Zappa decía que sus solistas solían terminar sus intervenciones con chorros de notas muy rápidas y agudas como metáfora de la eyaculación y su poder masculino. O sea que el virtuosismo es cosa de machos luciendo su longitud genital, mientras que las hembras prefieren acunar o acariciar oídos con voces tipo Diana Krall. Por suerte, queda Japón: al igual que Utena Tenjo llevaba uniforme masculino, quería ser príncipe y no princesa y se batía a espada, Hiromi Uehara se marca temas tipo “Tarkus”, es amiga de los pasajes enrevesados e improvisa explosivamente sin miedo al qué dirán. Cuando escuché su “Time Control” se me cayeron los lagrimones y comprendí que uno de los grandes amores de mi vida siempre será el jazz-fusión.

jueves, 1 de agosto de 2013

Las uñas de Alfred Brendel


 
Cuando, en un vídeo de los “Años de peregrinaje” por Brendel, advertí sus dedos vendados, me acordé de aquel colega mío que admiraba a G.G. Allin por romperse varios dientes con el micro en sus actuaciones y me pregunté si comprometer la integridad del cuerpo en aras de un ideal, artístico o no, es romanticismo, es punk, es idiotez o las tres cosas. Con la escucha de uno de sus ciclos Beethoven, uno advierte que Brendel no se partía las uñas por intensidad peligrosa: su versión, incluso, hace clásico al sordo, disminuye su furia, y uno piensa que una deficiencia vitamínica, una fragilidad física, pueden dictar un estilo. O no: Michel Petrucciani se rompía varios huesos en sus conciertos, y cuando inclinaba su minúsculo cuerpo para llegar a los agudos, nadie sabía si podría volver a la posición inicial.