miércoles, 24 de marzo de 2010

Cuando todo se escribe con B


Que un dogma haya perdido relación con el contexto que lo originó no suele ser obstáculo para que se siga creyendo en él. Al igual que hay quienes siguen considerando al cerdo como un animal impuro, pese a que el riesgo de sufrir una intoxicación con su carne durante una travesía por el desierto tire a mínimo, muchos siguen viendo en los valores de la serie B todo lo que merece la pena en el cine.

Cuando la pauta la marcaban las superproducciones ampulosas de David Lean y Robert Wise o los dramas existenciales de Antonioni y Bergman, podía tener cierta justificación reivindicar la narrativa directa de las películas baratas, la economía de sus guiones o la sinceridad canalla de su comercialismo, rico en elementos controvertidos como el sexo o la violencia con el objeto de ofrecer, en un producto modesto, aquello que los estudios serios ni siquiera soñarían con ofrecer.

Ahora, en cambio, ya llevamos unos buenos 30 años en que los valores de la serie B son los dominantes en el cine comercial, pero mostrados desde el ángulo menos favorecedor. La falta de pretensiones, los planteamientos provocativos al estilo tebeo, la acción sin tregua y la lógica delirante ya están instalados con firmeza en las multisalas, y si no que se lo digan a Michael Bay.

Si una película como "El libro de Eli" hubiese sido una producción setentera de la New World de Corman, con David Carradine como samurái custodio de la última Biblia, los mismos que la vituperan ahora producida por Joel Silver hablarían de ella con un cariño preocupante. Al final, todo viene a reducirse a una demagogia de cine rico contra cine pobre; me llama la atención que muchos cinéfilos rebeldes tiren de un burro cualquier blockbuster de moda para a continuación reivindicar infames productos rodados directamente para DVD que no son necesariamente mejores en cuanto a guión, realización e interpretación y que se basan exactamente en los mismos fundamentos teóricos y la misma cara dura.

Hoy en día, llevar la contraria a los modelos de la gran industria ya no consistiría en hacer películas pequeñas, descaradas y muy comerciales, que sólo son gestos serviles ante la profesión, cartas de presentación para poder hacer lo mismo con un presupuesto holgado, sino apostar por una densidad de contenidos exigente y por un lenguaje que no se pueda replantear como la lista de comandos de un mando a distancia.

Ello no implica que no podamos seguir disfrutando con cierto tipo de historias que priorizan un mínimo común denominador de entretenimiento, pero, por favor, no queramos dignificarlas con un barniz renovador e irreverente que ya hace muchísimo tiempo que perdieron.

2 comentarios:

Risingson Carlos dijo...

Hmmmm, no estoy de acuerdo en las formas ni en las generalizaciones. Primero, porque no sé exactamente con qué se compara para decir que se toma la narrativa de la serie B. Segundo, me hace gracia el ejemplo de Robert Wise, un tipo muy versátil que tiene un buen puñado de maravillas de bajo presupuesto, como "Nadie podrá vencerme", y cuya "The Haunting" hecha entre "West Side Story" y "Sonrisas y Lágrimas" es bien barata. Y no digamos David Lean...

De hecho ... a ver, parece que te estás basando en un ejemplo concreto para hablar de Roger Corman como ejemplo de serie B. Y veo ahí demasiadas cosas como para tomar una bola y tal. Primero, que en la factoría de Roger Corman no sólo había serie B de por sí por su tratamiento casi chapucero de lo maniqueista, sino que era serie B basicamente de coste y aprovechamiento.

Y en general parece que de refilón mencionas algo que no me gusta: la narrativa convencional, la narrativa popular, como contraposición a... ¿Antonioni y Bergman? Es que ni son los mismos temas ni necesitan el mismo tratamiento, creoyo.

Es decir, concreta ¿con qué estás comparando para hablar de tratamiento de serie B? Porque el único caso claro que veo es el de Roland Emmerich, experto en manejar presupuestos sin salirse de ellos y obsesionado con todas las películas que se tragó de pequeño hasta el punto de imitarlas...

Abuelo Igor dijo...

Básicamente, lo que pretendo decir es que demasiado de lo mismo termina aburriendo. Yo, que tengo a la serie B, tanto la verdadera de los años 40 como la "falsa" de décadas posteriores, entre los tipos de cine que más me interesan, pero sigo otros tipos de películas, me doy cuenta de que gran parte del esquematismo de los blockbusters actuales reside en el hecho de que sus tramas y sus guiones son reciclajes directos de los modos de la serie B de antaño. El rayo me cayó con "El libro de Eli", pero podríamos poner miles de otros ejemplos. El problema es que se hace con mucha menos gracia que entonces, y que para colmo a menudo se pretende vendérnoslo como la única manera de contar una historia. Creo que el cine se está estandarizando demasiado, y que ya hay mucho público, sobre todo joven, que es incapaz de aguantar una película si no va "a cuchillo" desde el primer fotograma.

Que Robert Wise hiciera "The set up", "The haunting" u otras joyas no quita para que fuera el director de "Sonrisas y lágrimas", que a mí me gusta pero que no es precisamente un dechado de economía ni de amenidad para quienes no soporten ni a los niños ni a Julie Andrews y vean en la película un espectáculo conformista y estandarizado. David Lean a mí me parece genial, tanto con mucho como con poco dinero, pero sus espectáculos perfectos y épicos no dejan demasiado sitio para la espontaneidad. En años anteriores, el hueco para la rebeldía, por ejemplo en EEUU, lo podían ocupar las producciones baratas de la American International, que suplían con ingenio su falta de medios y podían ser bastante artísticas cuando querían. Ahora, ¿qué nos queda ahora que sea equiparable cuando el imaginario de la serie B se lo han apropiado personas como Silver o Bruckheimer?

Desde Spielberg y Lucas en adelante, la mayoría de los grandes éxitos de la gran pantalla, con "Tiburón" o "Star wars" como plantillas que sirvieron para crear la idea actual de blockbuster, tienen corazón de serie B o de serial, por la sencillez de sus tramas, la fascinación llamativa del modo de desplegarlas para cubrir carencias del concepto, una estrategia muy B porque las pequeñas productoras no se podían permitir talentos literarios muy cotizados y además porque pensar un buen guión gastaba tiempo y por consiguiente dinero. La fórmula ha funcionado durante mucho tiempo pero parece estarse gastando. Cuando el público de a pie habla de lo malo que es ahora el cine, no está diciendo "qué mala es esa película turca subtitulada que he visto en los Verdi", sino "qué malo es ese blockbuster que no le llega ni a la suela del zapato a los que yo veía de pequeño". La ecuación es: Cine = Blockbuster a lo Spielberg. Yo no generalizo, generaliza gran parte del público. Y puesto que uno de los factores que dieron pie al fenómeno blockbuster fue la serie B, creo que merece la pena plantearse el tema. Que yo sepa, en ningún momento he escrito "qué poco me gusta la serie B" o "qué mala es la serie B". La cosa va más por: "qué pena que, de cada cinco veces que voy al cine esperando una buena peli de entretenimiento, me cuelen una serie B mala".

y con respecto a Bergman o Antonioni, sería terrible que todas las películas fueran como las suyas, pero sería igualmente terrible que no existieran. Aunque parezca mentira, una película como "Blow up" fue un bombazo en todo el mundo en su época. Si hoy se colara algo así en una multisala, el público pediría que le devolviesen el importe de la entrada. De aquí al pensamiento único cinematográfico, hay sólo un paso.