jueves, 23 de abril de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XVI)


Moshé Shalom, tras terminar en tablas una partida de ajedrez con su vecino, un inmigrante magrebí viejo como él, sestea y evoca los duros días del stalag, los madrugones entre el barro, las torturas psicológicas, las mujeres y niños marchando hacia la cámara de gas a los sones de “Götterdämmerung”. También, a su pesar, evoca a Ilsa, la rubia malvada, desnuda sobre él, el recuerdo ocasionando a Moshé tanto trastorno que decide cambiar de canal en su mente, pasando a su idilio de vejez con Jalila, una quinceañera palestina a quien había prometido, falsamente, la liberación de su hermano preso por terrorismo. Visto que en su mente no echan nada bueno, Moshé toma su violín y un sombrero y se dispone a tocar en el metro. Hoy libra, tanto de músico como de espía.

En la comisaría, todos aman a Tanner, tan dulce, bondadoso, eficaz y ecuánime ahora, de modo que su ascenso es un secreto a voces. Sólo Malou, que echa de menos al cascarrabias de antes, desconfía. Mientras cavila sobre la nueva pareja de delincuentes que trae en jaque a las fuerzas del orden, el inspector recibe la visita de Ada, muy desmejorada por su overbooking sexual y por los perjudiciales efectos de las drogas milenarias con que de Soto la mantiene atada a su disciplina. Viendo que el relato, autocensurado, de sus desdichas no impresiona mucho a su ex amante y cómplice, Ada le administra su mejor beso de tornillo. Un hambre bestial e incontrolable se despierta desde lo más íntimo del nuevo Tanner, pero finalmente se las arregla para dominarse y tranquilizar a esa mujer que no conoce y con quien aún no le conviene realizar los actos salvajes en los cuales acaba de pensar. “Tanner” promete investigar la secta de de Soto, y Ada llora.

Conduciendo un coche de alquiler por un paisaje nevado, Takeshi pregunta a Pamela si es virgen. Ella se ruboriza.

Hace ciento y pico años, Boris sufre su primer ataque de ira. Enfermo por cuanto ha visto hacer a Franz en la persona de quien él ama, lo golpea sin piedad contra los muebles, contra el espejo, con una pata arrancada a una mesa, quema sus genitales con la llama de un candil, y lo maniata con la intención de arrojarlo a un río o un estanque, lo que haya más cerca en Praga. Carla sigue muda de espanto.

En 1998, miembros de la Milicia Arácnida hallan, inspeccionando los sótanos de la Mansión Valli, nada menos que ¡uno de los laboratorios del Doctor Misterio!, pero una nube de gas ponzoñoso surge de una rendija en el techo, callando sus bocas para siempre.

(Continuará)

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