sábado, 7 de marzo de 2009

VI Muestra de Cine Fantástico, primer día


Volvemos un año más al Palafox a confundirnos entre toda esa fauna friki a la que no estaremos nunca seguros de si pertenecemos. Vuelven a darnos dulces a la salida (las barritas Kit Kat de chocolate blanco) pero nos faltaron, al menos ayer, las presentaciones de Leticia Dolera para devolvernos a nuestros felices años 80 o 90 convirtiéndonos en público de un dicharachero programa infantil donde en lugar de dibujos animados y canciones hay sangre, violencia y público maleducado.

La ventaja del ambiente de estas muestras es que hace disfrutables películas que seguramente, en la soledad del hogar, mostrarían todas sus lacras de manera cruda. Dudo un poco que, sin las reacciones de la platea ni la complicidad de unos espectadores deseosos de ver salvajismo, “Eden Lake”, de James Watkins, dejase la impresión que nos dejó ayer, y eso que posee puntos de interés que la sitúan levemente por encima de sus (discretos) logros.

A veces me da por pensar que John Boorman (director del que debo de ser uno de los pocos fans en activo) tendría que habérselo pensado mejor antes de hacer “Deliverance”, dado que, dejando al margen “Duelling banjos” y la pionera violación de Ned Beatty, se sentó un precedente para que una multitud de cineastas con menor talento tuviesen a su disposición una fórmula baratísima para hacer películas violentas con la coartada de moralizar sobre el terrorífico hombre primitivo que aún albergamos dentro.

“Eden Lake” incluso toma prestada la idea del escenario natural que pronto desaparecerá sustituido por edificaciones, en este caso de una urbanización, pero su intención es un poco distinta: no hay nostalgia del paraíso natural prohibido, ni una evocación de los actos violentos que subyacen “bajo las aguas” de la civilización, sino el temor de que las agradables condiciones de la Inglaterra suburbana se extiendan progresivamente hasta cubrir todo el territorio virgen del Reino Unido.

Ríanse ustedes de Ken Loach: el universo mostrado por la película, de niñatos maleducados, manipuladores, groseros, racistas, acostumbrados a la brutalidad como rito de iniciación y descendientes de individuos patibularios que llevan como una insignia su estancia en prisión, está a medio camino entre el realismo documental (desafío a cualquiera que haya pasado apenas un par de días en alguna ciudad pequeña de la pérfida Albión a desmentir la sordidez galopante de su ambiente) y el sensacionalismo demagógico que busca pulsar en los padres el botón de alarma bajo el cual está escrito “¿Qué estarán haciendo ahora mis hijos?” Por si no nos dábamos cuenta del tema, los créditos iniciales nos lo recalcan con serios debates radiofónicos sobre las carencias de la educación, y el final nos subrayará la culpa de los padres, aunque con matices que buscan poner en un compromiso posturas como las desencadenadas aquí en torno al caso Marta del Castillo. Menos mal que aquí no tenemos ninguna Myra Hindley, que si no... (buscad, buscad en Google, malditos).

La pena es que en realidad, como relato de suspense del subgénero “survival”, “Eden Lake” no está particularmente bien rodada (la escenificación de los momentos violentos pierde impacto por su pobreza) y cae en todos los tópicos posibles de estos relatos, olvidando que una película de estas características impresionará más cuanto más verosímil sea su desarrollo. Claro que todas estas consideraciones racionales se diluyen cuando, viendo a la protagonista, Kelly Reilly, escapar maltrecha, a todo correr (pese al enorme pincho que le había atravesado el pie varias secuencias antes) del peligro adolescente, un miembro del público exclama arrobado: “¡Cómo se mueven esas tetas!” Quizá las personas serias, de bien, deploren semejantes exabruptos, y quizá tengan razón, pero yo me pregunto: ¿qué hacen esas personas tan serias en un festivalillo de este tipo? ¿No se dan cuenta de que películas como “Eden Lake” realmente mejoran con audiocomentarios de este tipo, y que posiblemente, si recuerdan esta película años después, seguramente será gracias a estos animadores espontáneos?

A continuación, se pasó la tan traída y llevada “Martyrs” de Pascal Laugier, que fue incluso objeto del interés de los telediarios tras su accidentado pase en el festival de Sitges. Uno siempre puede confiar en estos locos galos para ofrecer carnaza con pretexto “serio”. Supongo que a más de uno le molestará que toda la crueldad de la peli se encamine a una moraleja, por considerarlo una hipocresía justificativa de un gore que según ellos debería dar lo que el público pide y punto, pero encuentro curioso el revuelo armado por una obra que en efecto es dura pero que no llega hacer sufrir al espectador tanto como otros títulos similares (véase por ejemplo “À l’intérieur”, que considero bastante más dura a nivel visceral).

Después de ver la eficacia chapucerilla de “Eden Lake”, el inicio de “Martyrs” ofrecía una auténtica película de terror, con puesta en escena, un inquietante uso del sonido, violencia inesperada, seca y salvaje y un buen número de incertidumbres argumentales que mantenían el interés. Lo realmente curioso es que, justo en el momento en que un “slasher” estadounidense habría terminado la película, sorpresa final incluida, es cuando empieza el verdadero meollo de la historia.

Siendo provocadores, dado que el espectador medio de este tipo de cine saca los crucifijos y el ajo cuando le mentan el cine español (y así nos va, porque, si tan malo les parece, ¿por qué no lo mejoran ellos que tienen tantas ideas?), a uno le da por pensar que la supuesta novedad de estos títulos festivaleros ya la teníamos en películas de cosecha nacional. Así, “Eden Lake” no es sino un híbrido a medio camino entre “¿Quién puede matar a un niño?” de Chicho, y la reciente (e ignorada) “El rey de la montaña” de Gonzalo López-Gallego. La segunda y controvertida mitad de “Martyrs” apenas dice nada que no estuviera en “Camino” de Javier Fesser, sólo que con sadismo y maquillaje gore.

¿Ganas de tocar las narices? Probablemente, pero creo que podré decir lo que quiera sin apenas contradicciones porque, de mis conocidos, “sorprendentemente” ninguno había visto la peli de Fesser por considerarla indigna de su atención. Posiblemente “Martyrs” pueda ser vista como lo que muchos creen que es “Camino”: una explotación hipócrita del mismo sufrimiento que a su vez explotan las instituciones más o menos religiosas que figuran en ambas. El maltrato contumaz que recibe el bello cuerpo de Morjana Alaoui, en secuencias que deliberadamente frenan el tempo narrativo, y que culminan en poco menos que una crucifixión, nos llega de una manera más estética que visceral (aunque los comentarios de Sitges daban a entender la insoportable presencia de una escena en concreto sobre la que sin embargo se realiza elipsis), como buena metáfora del maltrato espiritual de la carne y de la explotación de la Francia rica por la Francia pobre que es, pero me temo que nunca sabremos qué fue antes, la carne cruda o su presunta justificación. ¿Sensacionalismo, demagogia, manipulación? Posiblemente. A su lado Fesser parece casi Dreyer. Pero el poder de la película para atraparte en una pesadilla sin final ni escapatoria no es para despreciar, y su capacidad para remover conciencias a favor y en contra está en las antípodas del típico gore pajillero. El ambiguo final no es sino otro acierto de una peli que, mejor o peor, es ya una referencia imprescindible y una muestra más de que los cineastas franceses dominan a la perfección un arte que no veo por ningún sitio en nuestros Bayona, Plaza o Balagueró: el arte de incomodar.

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