jueves, 26 de marzo de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XII)


A lomos de su Harley y mostrando un aspecto capilar esquilado y lamentable, Orlando recorre Ciudad Centro en estado de tumulto interior. Rechazado por Ada y repudiado por su familia y por sus supuestos amigos, descubre el peligro estimulante del robo por necesidad, aunque semejante actividad le acarree serios problemas morales. Sorprendentemente, se le da de maravilla. El profundo rugido de la moto, perceptible desde el subterráneo, despierta un momento a la adormecida Irina, quien vuelve enseguida a su sueño, sin abandonar una incomodísima posición que no apreciamos claramente.

En varios colegios e institutos de la ciudad, agentes del grupúsculo hitleriano de Bach y de Soto, denominado la Milicia Arácnida, buscan al futuro líder haciéndose pasar por ojeadores deportivos y pasando mucho tiempo en los vestuarios.

Hace cien años, en Praga, Carla escribe un relato autobiográfico, por supuesto malísimo, sobre su vida sexual con Noëlle y sus acompañantes pasajeros, en especial un marinero manco empeñado en desenroscarse su gancho y sustituirlo por las más variadas y dolorosas herramientas. Carla no disimula su repugnancia y se muestra incapaz de comprender la pasión sexual, descrita mediante sonrojantes metáforas.

Mientras, en un baile de disfraces de la buena sociedad, donde lo peligroso y lo sangriento estimulan la risa frívola y por tanto pululan los arlequines, Noëlle hace excelentes migas, hasta el punto de entregarse allí mismo tras un biombo para uno rápido, con uno de los multicolores desconocidos, que un desliz de la careta nos revela como Franz.

En 1998, Pamela, la seguidora de Takeshi, alucina en la Filmoteca viendo “Los siete samuráis”, Malou y Foxy buscan sin parar algo que no saben ni qué es, Pedro Arteaga pincha el teléfono de Geller Bach, su hija Vera es consagrada como instrumento de venganza, Boris consulta un viejo plano de la capital chaeca, y Tanner penetra violentamente en el Santuario de Soto, pistola en mano. La cosa está que arde.

(Continuará)

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